Más de Della Costa
Como se habrán dado cuenta, me causan gracia las columnas de Daniel Della Costa en La Nación. Es que me imagino al tipico porteño de los de antes, irónico, escéptico, una especie de yira yira interminable con saco anticuado y tamangos gastados. Es una forma de ver el mundo tan genial y tan propia, heredero directo de los miles de Discepolines que pululan por los cafetines de Buenos Aires, que me hace acordar a mi "abuelo" Visser o a mi suegro sin ir más lejos, aunque mi suegro a diferencia de Della Costa sigue siendo a los 70 años tan peronista como cuando tenía 12 años y el General en persona le regaló una medallita. Lean esta columna, porque no tiene desperdicio.
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